UC - Entrevistas
Inmigrante en la jaula dorada de Hollywood, Diego Quemada-Díez, burgalés de nacimiento, se ha labrado una sólida experiencia cinematográfica en las calderas de buques capitaneados por Tony Scott, Dominic Sena, Oliver Stone o Joel Schumacher. Pero su salto en solitario al largometraje bebe de otras influencias, las de Alejandro González Iñárritu y las del maestro Ken Loach, sobre todo de este último, cuyos nombres aparecen repetidamente en un encuentro con motivo de la presentación de su ópera prima, ‘La jaula de oro’; un relato sin concesiones sobre la emigración hacia el sueño dorado de América que, por contundente, no deja de lado el entretenimiento en manos de sus jovencísimos actores. |
-‘La jaula de oro’ es, a priori, una película dura y casi documental sobre la emigración de tres niños desde Guatemala hasta la frontera de Estados Unidos. ¿Por qué decidiste dar el salto al largo con un proyecto tan…?
¿Complicado? Tenía este reto, quería hacer un poema épico y mostrar a los inmigrantes como héroes, mostrar la problemática de la emigración desde el punto de vista de los niños. Pero también quería hacerlos muy humanos, ponerles defectos y matizar las cosas hasta hacer sentir al espectador que está haciendo el viaje con ellos, a su lado. Y a partir de ahí provocar que el espectador, ya sea un francés, un suizo o un estadounidense, vea la realidad desde otro punto de vista y no vea al inmigrante de la misma manera de siempre. Darle rostro a estas historias que aparecen en los medios de comunicación y que son muy anónimas.
La película narra el viaje de tres jóvenes, casi niños, que emigran desde Guatemala hasta Estados Unidos y pasando por Méjico, en una aventura repleta de obstáculos y abusos. ¿Cómo llegaste hasta ella? ¿Supongo que estará basada en cientos de historias reales?
La historia comenzó en 2003 en un viaje a Mazatlán (Méjico), cuando un taxista me invitó a pasar unos días en su casa con su familia y resultó que la casa estaba al lado de las vías del tren y todos los días llegaba el tren con cien inmigrantes o así. Empecé a hablar con ellos, les dábamos comida… y a partir de ahí empezó un proceso de seis y siete años donde recuperé testimonios de la ruta en Méjico, Estados Unidos y Guatemala. Todo lo que aparece en la película yo lo viví o lo oí. Mientras tanto, yo seguía trabajando en mis cortos, pero iba recopilando estos testimonios y fui dándole una estructura narrativa. No obstante la idea era tomar lo mejor de la ficción y lo mejor del documental. Ficción, para que el espectador pueda vivir una aventura, estar ahí y reproducir esos eventos.
El caso es que llama la atención el carácter documental de ‘La jaula de oro’, pero sin perder de vista la aventura y la acción. La película, estando protagonizada por niños, tiene un tono a ‘Las aventuras de Tom Sawyer y Huckleberry Finn’
El documental sólo te lo cuenta. Pero también queríamos hacer una película entretenida, que tenga huecos que puedas llenar, que la pueda ver todo el mundo y que no sea algo elitista que solo le guste a los jurados de los festivales. Una mezcla de cine de aventuras con personajes que te enganchan, con un arco dramático y con alguien que te identifiques. Pero… a la vez con algo que te provoca una reflexión y un sentimiento. Yo de niño veía mucho cine de arte y ensayo pero también películas de acción con mi padre, que le gustaban mucho. A lo mejor de ahí viene eso.
Y si no fuera suficiente con todo esto… grabar con niños, que además no son actores.
La clave siempre es el casting. Vi a más de 6000 niños, les pedía que improvisaran, y buscaba a gente interesante de observar, que tengan una chispa. En realidad todos ellos son artistas, los conocimos a través de organizaciones culturales que usan el arte como sanación para aliviar todo ese pasado de guerra. Todos los chavos que llegaban estaban involucrados en alguna actividad artística: Juan (Brandon López) baila hip-hop, Chauk (Rodolfo Domínguez) es músico tzotzil en Guatemala, Sara (Karen Martínez) es actriz de teatro callejero político, y Samuel (Carlos Cajón) es grafitero y dibujante. Hicimos un taller para que se acostumbraran a la cámara y muchos ejercicios físicos. Luego, la filmación fue cronológica. Entonces los no actores tienen una experiencia vital y no necesitan necesariamente actuar. Además, los diálogos los reescribía con ellos todos los días para que los dijeran a su modo… y que cada uno interpreta a su personaje de donde son realmente. Fui a las comunidades más pobres y violentas, como la Zona 3 de Guatemala. Durante 7 meses hice castings… sólo a Juan le han matado a seis amigos desde que empezamos hasta ahora. Yo les dije que cuando acabase la película siguieran con eso, que no se hicieran ninguna ilusión y que si les llaman para otra sería estupendo, pero que continuaran siendo artistas. También la idea era darles una oportunidad.
Su experiencia con Ken Loach (‘Tierra y Libertad’, ‘Pan y Rosas’, ‘La canción de Carla’) es patente en cómo ha abordado la filmación de ‘La jaula de oro’: ausencia casi total de música, planos sencillos… ¿cómo le ha influido cinematográficamente hablando?
Con Ken lo que aprendí es a filmar en continuidad, que los actores no conozcan la historia y que simplemente la vayan descubriendo; que la cámara, la forma, sea muy sencilla. Pasolini, que también me gusta mucho, decía que la evocación debe estar por encima de la representación. A mi me molesta mucho en el cine cuando el estilo o la forma del autor se nota demasiado. Siento que hay que dar prioridad a los protagonistas de la historia, a la narrativa, y que el autor y la parte estética estén más en un segundo plano. Porque si no sientes el truco y es importante que sientas que es de verdad. También trabajando con otras personas que se han ido al otro extremo me han confirmado lo importante que es eso. Como por ejemplo Tony Scott, que en paz descanse y que era un tío con mucho talento, pero que era una barbaridad lo que hacía a nivel formal. Entonces, lo que hace Ken (Loach) es cine humano… Hay muchos niveles: pero uno de ellos es que la cámara siempre está a la altura de los ojos del personaje. Cuando trabajamos con él eso era algo obsesivo. Y luego nunca poner la cámara donde no habría un ser humano. Por ejemplo, en una escena de un coche nunca pones la cámara en el capó, sino en un asiento. Todo esto sirve para ayudar al espectador a sentirse parte de esa historia. Y luego, claro, cuidar que el espectador tenga la misma información que los personajes para que cuando haya una sorpresa tenga también esa misma sorpresa… por eso, por ejemplo, era importante que el personaje indígena no se tradujera y que el espectador tuviera la misma información que el resto.
Los niños protagonistas cruzan parajes crueles, se suben al techo de un tren que cruza centroamérica… ¿es verdad que el equipo de rodaje hicisteis el mismo viaje que tantos otros inmigrantes, durante la filmación?
Uno toma lo mejor de la ficción, pero no todo esta basado en la historia sino que, por el lado del documental, cuando lo filmas tratas de que haya el mayor número de elementos de verdad. Los propios actores tienen su experiencia de verdad, y allá donde filmas contratas a la gente de allá, les das empleo… cuatro días antes de llegar se anticipaba un equipo de casting para irlos incorporando. Entonces, toda la gente que se ve hacen que toda esa parte sea documental… solo había que insertarlo.
También tú has sido un inmigrante en busca del sueño dorado de Hollywood, ¿es una jaula de oro?
Yo fui hace 17 años y al principio estaba indocumentado. Obviamente mi viaje ha sido diferente, pero sí que he intentado poner esa parte de lo personal. Mi sueño era hacer películas, lo he conseguido y estoy contando una historia sobre las dificultades del camino y el desengaño del sueño americano. Paradójicamente, por otro lado, he aprendido muchas cosas en Estados Unidos y en este viaje. Lo importante de la vida es el camino. Particularmente, trabajando en Hollywood, pude ir haciendo mis cortos, y de todos los directores con los que he trabajado he ido tomando cosas. En ‘21 Gramos’, observé que había un guión de 140 paginas… y cuando la película crece todo eso lo tiras a la basura… es importante trabajar con un guión corto, y así puedes permitir que la película crezca.
Y, al final del camino, el reconocimiento de tu película en Cannes, firme candidata a los Goya españoles y una de las películas más valoradas de Méjico y Sudamérica de este año.
Es una película muy arriesgada y muy complicada de filmar. Me ha llevado más de 10 años hacerla. Hay que tener paciencia y perseverar, hay que creer que cada uno tenemos algo que contar y centrarse en lo que uno siente de la historia que te atrae. Así que… sí que es muy bonito ahora, tanto para los niños, como para el equipo y para mí después de un esfuerzo de tantos años y es muy bonito todo lo que está pasando. A los Oscar, me hubiera encantado ir, pero sobre todo para que la película se vea en Estados Unidos, pero bueno, a ver si lo conseguimos. Y ojalá que todos estos éxitos pueda servir para que las historias de los emigrantes se conozcan y esto pueda tener un impacto positivo en su realidad.
Entrevista realizada por Manu Cabrera.